Aparentemente es penoso
emplear una categoría exclusiva de cierto campo sin la necesaria exactitud. Si
esa inexactitud es demasiado obvia permitiré insultos exactos…Entonces, capital
simbólico. Detentado por ejemplo por Mario Vargas Llosa. Un editor español,
ante este capital simbólico, se empequeñecerá moralmente: lo acepto Mario, la
tienes más grande!
O es lo mismo que prestigio o
el prestigio es una parte de él ( y los intelectuales somos muy sensitivos
respecto de este poder simbólico, no es ninguna noticia que babeamos por el
aura de tipos como James Joyce o Juan Rulfo, qué tal Rulfo, todo un capital
simbólico).
En este mundo de mierda
también se acumula este tipo de capital con ayuda de otros. Con los buenos
oficios de los periodistas colombianos puedes pasar de unos modestos ahorros a
un botín envidiable. Otros lo acumulan a pulso como el actual presidente de
Colombia, pero los periodistas son como enzimas capaces de redoblar el
prestigio y la credibilidad del sujeto más indeseable. ¿España? Eres español
querido lector? Allá teneis algunos tíos que nadan en capital simbólico, como
Jose María Aznar, vaya tío. Puede asesinar a su madre y negarlo y todos le
creemos. Su carisma es el de alguien que condujo a España por envidiables
estadísticas económicas y ladró cuanto pudo contra Cuba, el anatema cubano, y
apoyo las guerras de los Bush y vive siempre haciendo zancadillas a los pobres
socialistas, sean de Zapatero o sean de Gonzáles, dos tíos cuyo “dinero” simbólico
nos deja ciegos instantáneamente, casi se hace uno pipí.
* * *
Lo admito: mi texto chorrea
mala lecha, que lectores tan perspicaces. Y también transpira cierto
sentimiento equívoco por el capital simbólico. ¿No ven que antes de ejecutar
sus grandiosos drenajes de recursos públicos los delincuentes pasan por un
proceso de acreción de prestigio y aura, pasan unos años siendo celebrados y
adulados por el cuarto poder. Detesto especialmente a los que portan
galantemente el título de “tecnócratas”. Muchos de ellos son economistas y no
se sonrojan por serlo, como si la economía no fuera el nombre “kitsch” del
sistema cleptocrático, un orden político que enmarca la expropiación de recursos
públicos fabulosos por la élite que detenta el poder real. Confieso que acabo
de descubrirlo.
En la teoría de los
intelectuales del filósofo italiano Antonio Gramsci uno se encuentra con un
concepto de intelectual que abarca más especies que el concepto vulgar. En
Gramsci, trabajando con celo de abeja, hasta el curista parroquial produce
ideología, y por ellos se diferencia de las amas o amos de casa que escuchan
sus homilías: es un intelectual (ver el parentezco de “clero” y “Clerk”).
Y -¡como no! – el profesor de
primaria es otro intelectual. Ambos están en la base de la pirámide
intelectual, a diferencia de los vecinos vulgares construyen, aportan a la
visión (percepción) del mundo…cuadro donde elementos como legalidad, orden
(casi divino) son centrales. Y los cargamos por todas partes, permean todo.
Casi son automáticos, creemos en ese entorno-orden donde las cosas que más
importan se expresan en un diseño de apariencia racional. Este mito encarnado
en nosotros lo debemos a los intelectuales. Es lo que señaló nuestro italiano.
Los intelectuales, desde el maestro de escuela hasta los Habermas y Savater.
Sorpresa para Kant…Seguimos
como infantes, consumiendo mitos y cuentos de hadas que suplantan los hechos
objetivos (la cleptocracia por ejemplo)
Los grandes intelectuales
orgánicos del país y sus tecnócratas y sus gestas para encumbrar y encubrir el
Robo, un nombre apropiado para todo el léxico de las ciencias sociales: encubrimiento,
apuntalan el carisma de los expropiadores heroicos.
(Gramsci adosa el calificativo “orgánico”.
Clerecía que “narra” la constitución, el “derecho”, el “despotismo”, el
“mercado”, von Hayek…leo ese texto de ciencia política y me seduce con su
visión de algo que es utópico, no me dice todo lo ritualizado que es el estado
de derecho)…descubro la mistificación: registro la expropiación histórica de
cuatro o cinco “gobiernos”…los mismos que ven en Petro –y con razón-amenaza
existencial- Me ponen una gafas a través de las cuales veo lo que le conviene a
ellos.